domingo, 25 de octubre de 2009

Viajar alarga la vida


Había una vez, alrededor del año 330 a. C., un tal Piteas que vivía en Massalia y que, gracias a unos barqueros que habían recorrido el Ródano y conocido a otros viajeros, supo que existía al norte un mar tan grande como para contener islas. Le contaron que en ellas se producían metales preciosos y una sustancia resinosa de color amarillo oscuro, muy apreciada por su belleza. Sin embargo, el Ródano no llegaba hasta este mar y nadie sabía en realidad lo lejos que estaba. Entonces, unos marineros que regresaban de un viaje por el Mediterráneo contaron que las Columnas de Hércules no estaban suficientemente vigiladas, por lo que los mercaderes de Massalia (actual Marsella) pensaron que el camino estaba libre y podían emprender la búsquedad de este mar del norte. Escogieron, entonces, al tal Piteas para realizar el viaje armándole una embarcación de unos cuarenta y cinco metros de eslora, con dos timones laterales firmes a las aletas, muy duros de llevar, por cierto, con mala mar o viento fuerte.
Bordeando la Península Ibérica y por la costa cantábrica, Piteas constató que ésta se hallaba a la misma latitud que Massalia, y, alcanzando el norte de Francia, a través de las brumas, pasó por la costa sur de Gran Bretaña donde se hallaba un puerto de gran tráfico llamado Ictis, tal vez la isla de Wight, poniendo rumbo al norte, entre Inglaterra e Irlanda, hasta llegar a las Orcadas y continuando más allá de las Shetland y las Feroe, acabando por encontrar una tierra en la que, durante el primer día del verano, el sol permecía veticuatro horas sin ocultarse. Piteas llamó a este lugar Thule que se consideró el fin del mundo en esta dirección.
Regresando por Dinamarca y Suecia descubrió un gran mar interior, el Báltico, donde comenzó su búsqueda del ámbar, tratando de encontrar un paso entre éste y el mar Negro. En su recorrido, descubrió ríos que fluían de sur a norte y comprendió que las noticias sobre el mar del norte habían llegado al Mediterráneo a través de ellos. Sin embargo, hubo de regresar a casa por tierra, tal vez por haber sido perseguido por los cartagineses contrarios a que hubiese rebasado las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) controladas por ellos para cerrar el paso al Atlántico.